Cuando el químico belga-estadounidense Leo Baekeland inventó la Baquelita en 1907, no imaginó que había creado uno de los materiales técnicos más importantes y versátiles de la historia. Desde objetos cotidianos que nos protegen mientras cocinamos en nuestros hogares, hasta piezas de alto rendimiento debajo del capó de un automóvil: los materiales termofijos se utilizan en una variedad de aplicaciones.
Dentro de sus principales características (y beneficios), podemos mencionar: estabilidad dimensional, dureza de su superficie, alta resistencia al calor, una inflamabilidad inherentemente baja y excelentes características eléctricas. Igualmente, una vez procesada y curada, es infusible y no se puede volver a derretir ni disolver, esta es la clave de su fuerza, dureza y durabilidad.
Luego de 114 años podemos ver que la Baquelita ha encontrado su espacio en aplicaciones para el hogar, el sector eléctrico, electrónico y automotriz. Al principio la baquelita fue utilizada para la fabricación de teléfonos, radios, placas aisladoras eléctricas, cachas de cuchillos, joyería, juguetería y discos de 78 rpm. Los grandes cambios mundiales y el descubrimiento de nuevos termoplásticos con diversidad de aplicaciones y mejores eficiencias productivas, convirtieron a la baquelita en un material especializado solamente para aplicaciones de altas exigencias de resistencia, calor, electro-conducción, etc. Hoy, podemos apreciar la baquelita en aplicaciones como discos de frenado, interruptores y enchufes eléctricos, accesorios de cocina, adhesivos y carcasas para motores.
Una nueva generación de materiales termofijos (término que explicaremos en otro artículo más adelante), está cerca, y con ella se abren infinitas posibilidades de fabricar soluciones con un enfoque integral hacia la sostenibilidad, sin que afecte sus increíbles propiedades
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